Cómo se produce una rabieta: Guía basada en la evidencia científica

Las rabietas son manifestaciones emocionales intensas que suelen ocurrir en la infancia, pero pueden verse también en otras etapas de la vida. Estas respuestas emocionales son comunes en niños pequeños y reflejan una inmadurez en su capacidad para regular emociones. Las rabietas suelen estar relacionadas con la frustración, el cansancio o la incapacidad de obtener lo que desean. A continuación, analizamos cómo se producen una rabieta, cuándo es mejor intervenir y pautas basadas en evidencia científica para manejarlas.

¿Cómo se produce una rabieta?

Desde una perspectiva neurobiológica, las rabietas están impulsadas por la falta de madurez en el desarrollo del cerebro, específicamente en el sistema límbico, que es responsable de las emociones. En los niños pequeños, el córtex prefrontal, encargado de la autorregulación y el control de impulsos, no está completamente desarrollado. Esto hace que los niños respondan de manera emocional ante situaciones de estrés o frustración, sin la capacidad para procesarlas de forma racional.

1. Frustración: El desencadenante más común de una rabieta es la frustración. Esto ocurre cuando el niño no puede cumplir con una expectativa o deseo, como obtener un juguete o realizar una tarea que es demasiado difícil para su capacidad.

2. Cansancio o hambre: Los niños pequeños no siempre tienen la habilidad de expresar sus necesidades de forma clara. El hambre, el cansancio o la sobrecarga sensorial pueden incrementar su vulnerabilidad emocional, lo que hace más probable que ocurra una rabieta.

3. Incapacidad de comunicación: Muchos niños pequeños aún no han desarrollado habilidades lingüísticas suficientes para expresar lo que quieren o sienten. Esta incapacidad para comunicarse eficazmente puede generar frustración, derivando en una rabieta.

4. Bajo control emocional: El control de las emociones se desarrolla lentamente a medida que los niños maduran. Cuando un niño se encuentra en una situación que percibe como abrumadora, es más probable que responda con una rabieta como una forma de liberar la tensión emocional.

causas de una rabieta infantil

¿Cuándo intervenir para paliar la rabieta?

Ahora que ya sabemos cómo se produce una rabieta, vamos a hablar de la intervención. El momento adecuado para intervenir es crucial y puede determinar si la rabieta se intensifica o se reduce. Según los estudios, la mejor estrategia no es intervenir en el pico emocional de la rabieta, sino hacerlo en fases previas o posteriores. La clave es identificar las señales tempranas y saber cómo manejar el comportamiento sin intensificar la reacción emocional. Es de gran importancia realizar una correcta intervención para prevenir futuras rabietas y extinguir estos comportamientos o, al menos, evitar intensificar los.

1. Prevención: La mejor intervención ocurre antes de que la rabieta comience. La prevención se basa en identificar los factores que suelen desencadenar la rabieta, como el cansancio o la frustración, y tomar medidas para evitar que esas situaciones ocurran, como establecer rutinas predecibles, ofrecer descansos o permitir que el niño tome decisiones cuando sea posible.

2. Inicio de la rabieta: Cuando el niño comienza a mostrar signos de frustración o incomodidad, este es el mejor momento para intervenir. Aquí, las técnicas de distracción o redirección de la atención pueden ser útiles, como ofrecerle una actividad diferente o un objeto que capte su interés. Es importante actuar con calma y no aumentar la tensión.

3. Durante la rabieta: En medio de una rabieta, cuando las emociones están en su punto más alto, intentar razonar con el niño es totalmente ineficaz y puede producir el efecto contrario. Durante este momento, es fundamental que el adulto mantenga la calma, observe el comportamiento y asegure un entorno seguro para el niño sin darle demasiada atención a la conducta, ya que esto puede reforzarla.

4. Después de la rabieta: Una vez que el niño se ha calmado, es el momento ideal para enseñarle estrategias de autorregulación. Hablar con él sobre lo que pasó, ayudarle a identificar sus emociones y ofrecerle alternativas para manejar la frustración la próxima vez es crucial para su desarrollo emocional. Este enfoque fomenta el aprendizaje y reduce la probabilidad de futuras rabietas.

cómo actuar ante una rabieta infantil

Pautas basadas en la evidencia para la intervención

1. Mantén la calma: La investigación muestra que los niños son muy sensibles a las emociones de los adultos a su alrededor. Si un adulto responde a una rabieta con ira o frustración, es probable que la situación empeore. Mantener una actitud serena y controlada es clave.

2. No ceder ante las demandas: Si una rabieta se debe a una petición insostenible (por ejemplo, un niño que quiere un juguete que no puede tener), es importante no ceder, ya que esto refuerza la idea de que las rabietas son una forma eficaz de obtener lo que se quiere. La consistencia es crucial en este aspecto.

3. Proporciona opciones: Dar al niño opciones en lugar de imponer una única solución puede ayudar a reducir la frustración. Por ejemplo, si el niño está molesto porque no puede jugar a algo, ofrecerle elegir entre dos alternativas controladas puede darle una sensación de autonomía y reducir la rabieta.

4. Refuerza el comportamiento positivo: A largo plazo, es esencial elogiar y reforzar los comportamientos deseables, como cuando el niño se calma solo o encuentra maneras adecuadas de expresar su frustración. El refuerzo positivo ayuda a modelar el autocontrol y la gestión emocional.

5. Enséñale habilidades de afrontamiento: A medida que los niños crecen, se les puede enseñar a identificar y nombrar sus emociones. Las técnicas de respiración profunda o contar hasta diez son herramientas sencillas que los niños pueden usar para regularse.

Conclusión

Las rabietas son una parte normal del desarrollo infantil, pero pueden ser gestionadas de manera efectiva si se comprenden sus causas y se implementan estrategias de intervención adecuadas. La clave es conocer cómo se produce una rabieta y actuar en los momentos adecuados, siendo proactivo en lugar de reactivo, y modelando conductas que favorezcan el control emocional. Con paciencia y consistencia, los adultos pueden ayudar a los niños a desarrollar habilidades para gestionar sus emociones de manera más saludable.

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